domingo, 22 de marzo de 2015

Que bonita la vida.

   Un día te levantas y el cielo ya no está tan gris y lleno de nubes, sino que deja que el sol salga entre ellas, dándole paso a unos días calurosos donde el frío quedará en segundo plano.
   Un día, sin pensarlo, vuelves a sonreír. Pero no con esa sonrisa que te maquillabas cada mañana en el espejo, sinó una de verdad; sincera.
   Un día, llegan personas que quizá aún no te han levantado de la gran hostia que te diste contra el suelo pero que, con toda su voluntad, lo intentan poco a poco.
   Simplemente llega un día en el que de verdad sientes que vale la pena seguir siendo tú y dando lo que quieres recibir, sin que un muro invisible se interponga entre tú y el mundo.
   Simplemente llega un día en el que no estás en un túnel sin luz con un "esperanza" en la puerta de salida. Porque has corrido dándolo todo para salir de esta; te has quedado sin aliento para alcanzar la luz y salir del bucle en el que la vida te ha metido.
   Porque la vida es un túnel en el cual tienes que encontrar la luz; o un bache en la carretera que hay que saber esquivar si no quieres caerte.
   Pero a veces hay que quedarse un tiempo en el túnel para así averiguar la mejor manera de salir de él. O no ver venir el bache para poder levantarte con dos cojones y decir: "Me he caído, ¡pero no me he podido levantar mejor!"
   Muchas veces pensamos que la oscuridad que nos da la vida y las malas experiencias de esta solo nos van a quemar poco a poco. Pero, lo que no sabemos es que muchas veces ella solo nos quiere poner la mano en el fuego para que la sepamos sacar a tiempo.
   Porque si no fuera tan jodida, ya estaríamos hechos cenizas.

martes, 3 de marzo de 2015

5 de agosto, no te voy a olvidar nunca.

   Eran las 15:05 y estaba parada frente al espejo del cuarto de baño de mi auto-caravana mirándome. Aún quedaban 2 horas para verla pero no podía creerme que iba a pasar. Después de un año la iba a ver. Había cruzado prácticamente medio país para verla y pasar una tarde con ella. Había sido un año lleno de risas, lágrimas, peleas y consejos que hicieron que me diese cuenta de que es de lo mejor que tengo y tendré nunca.
   Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que mi madre me llamaba para que saliese a vestirme. Me puse unos tejanos de tiro alto, una camiseta a rayas y mis Converse blancas.
   Volví a mirarme al espejo para comprobar que todo estuviera en orden pero por mala suerte no fue así. "Mierda, tengo el pelo hecho un asco" pensé. La verdad es que aunque me lo lavaba cada día, la poca agua que salía de las duchas no ayudaba demasiado.
   Aun así, me hice una trenza y mi pelo ya no parecía el de un vagabundo que no se había duchado en una semana.
   Después de estar listas salimos ya que teníamos un camino bien largo hasta el Corte Inglés. Decidimos ir andando porque era la primera vez que visitábamos Córdoba y queríamos ver el paisaje mientras llegábamos.
   Oh, y que mala idea fue.
   Mis pies ardían tanto que por un momento llegué a pensar que el asfalto había fundido mis zapatos. El calor era insoportable y me arrebató todas las energías que tenía.
   Cuando llegué allí me di cuenta de que la ducha que me había dado no había servido para nada y que ahora más que una chica de 14 años parecía la bruja de Blancanieves.
   Nos sentamos en una fuente delante del centro comercial a esperar a María y a su madre.
   Tocaron las 17:30 y aún no habían llegado. Empecé a pensar que se le había olvidado y que no nos veríamos aquel día.
   De repente, vi a una chica bajita, rubia y roja que, si me la hubiese cruzado en Londres, directamente hubiese pensado que era una británica más.
   Tan pronto como me vio empezó a correr hacia mi dirección y yo hice lo mismo hacia la suya. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca nos fundimos en un abrazo tan fuerte que me hizo pensar que nos partiríamos en pedazos.
   Cuando nos separamos no daba crédito a que ella estuviera allí, delante de mi; era todo tan irreal...
   Esa tarde me enseñó Córdoba, nos hicimos fotos, reímos y hablamos como si nos conociéramos de toda la vida.
   Y es que a veces no hace falta que una persona viva cerca tuyo para que sea importante. A veces solo necesitamos que aparezca alguien que te entienda y que cada vez que caigas, haga lo imposible para que te levantes.
   Porque no importa que esté a 860km o a ninguno. Lo que importa es que esté ahí siempre, donde quiera que estés.