Me despierto de golpe en mitad de la noche. Todo
está oscuro y la única luz que ilumina la habitación es la de los truenos
acompañados de una tormenta muy poco usual en pleno julio. Me levanto y me
asomo a la ventana para alcanzar la lluvia con mis manos y sentir las gotas
caer. Pese al mal tiempo, puede verse como la luna, tímida, intenta asomarse
entre las nubes en busca de sosiego.
Después de estar media hora observando el
“fantástico” paisaje que da la bienvenida al verano, cierro la venta y me
dirijo a la mesita de noche. Son las 3:30h de la madrugada y sé que no voy a
poder seguir durmiendo porque la lluvia se intensifica con cada segundo que
pasa. Decido encender la luz del pasillo e ir hasta la cocina. Al encender la
luz de esta, los ojos me escuecen debido a que es mucho menos tenue que la
otra. Al instante me acostumbro y camino hasta la mitad de la habitación para
coger uno de los vasos del estante. Le echo tanta agua que está a punto de
rebosarse. Por suerte, acerco mis labios rápido y bebo lo suficiente para que
eso no pase.
Me siento en una de las sillas que rodea la mesa y
miro a un punto fijo. No entiendo cómo, con el diluvio que hay esta madrugada,
hace el mismo calor que a la 13:30h del mediodía. De repente, las luces de la
cocina se apagan y me dejan sin visión alguna. <<Debe de ser por la lluvia>>, pienso. Como no tengo nada
interesante que hacer, decido irme de vuelta a mi cuarto para intentar, al
menos, dormir hasta que amanezca. Dejo el vaso usado en el fregadero y me voy
por el mismo camino por el que he venido. Súbitamente, noto como unos brazos
fuertes me rodean la cintura con fuerza. Grito y la persona que está
reteniéndome pone una de sus manos en mi boca para que no emita ningún sonido.
Intento escapar de sus brazos pero resulta en vano. En ese mismo instante, el
individuo pone un papel entre mi nariz y mi boca. Mis gritos y lágrimas
desaparecen lentamente conforme todo se va tornando oscuro.