martes, 7 de mayo de 2019

Me quiero.

La rabia me corroe.
Y no rabia agresiva, sino rabia impotente.
Rabia que decepciona, que me decepciona a mí misma.
Que me hace replantearme la fuerza del pensamiento humano, del gran impacto que tiene sobre nosotros y de lo malévola que puede ser a veces con el resto, pero sobretodo con uno mismo.

¿Porqué nos cuesta tanto querernos si al fin y al cabo no hay persona que mejor te conozca que tú mismo?
¿Porqué es tan difícil para nosotros aceptarnos tal y como somos, con nuestros más y nuestros menos?
Porque el amor propio es todo un reto.
Porque decir me gusto, me encanto y me quiero se hacen, la mayoría de veces, una meta imposible para nuestra mente.

Pero el problema es que imposible nunca ha estado en mi vocabulario, al menos no en el diccionario que quiero utilizar en mi vida; ni a corto ni mucho menos a largo plazo.
Pero la lucha por quererme estará siempre presente.

Y la meta, cada día más cerca.