domingo, 11 de octubre de 2015

Hasta siempre.

   Siempre he querido hacer una carta a alguien que no sé si la leerá algún día. Quedarme con la duda o simplemente pensar que, sin leerla, esa persona la sentiría como si se la hubiesen leído en voz alta.
   Por eso te la escribo a ti, abuela.
   Sinceramente, nunca te he contado mis cosas o lo que me daba miedo, y tampoco he tenido una relación muy estrecha contigo como para llamarte "mi segunda madre". Pero, lo que si has sido, es una gran abuela y persona.
   Siendo madre, has luchado por tus hijos y has seguido hacia adelante con positividad, aún cuando eso era lo último que tenías ganas de tener. Siendo abuela, has mimado a tus nietos, dándoles todo lo que querían y hasta lo que no se puede tener en mano: los buenos momentos.
   Que sí, que el recordarte duele, y mucho; pero aunque nos cueste, hay que seguir hacia adelante, con tu recuerdo más vivo que nunca. Recordando tus frases características, tus gestos o expresiones y tu forma de ver las cosas que, a pesar de ser miradas desde otros ojos, no tenían nada que ver con nuestra versión.
   Esto no es un adiós, ni lo será nunca; solo es un gracias. Un gracias muy grande. El gracias que nunca podría haberte dado personalmente porque, lamentablemente, expresar mis sentimientos hablando no es lo mío.
   Así que gracias.
   Por lo que nos has dejado ver de ti por ti misma y por lo que hemos visto los demás sin que te dieras cuenta.
   Por saber dar ese cariño a cada uno de nosotros de una manera distinta, haciéndonos sentir especiales.
   Pero, sobretodo, gracias por ser mi abuela.
   Te quiero.